Son personas empujadas a auto emplearse por las dificultades para acceder al mercado laboral; los programas para potenciar sus proyectos
En calles estrechas que no permiten el paso de ambulancias, en viviendas sin agua y conectadas precariamente a la red eléctrica, en terrenos baldíos donde las amenazas esperan en la oscuridad y entre el pasto alto, transcurren las vidas delos casi tres millones de habitantes de las 4100 villas de todo el país.
A todas esas dificultades que enfrentan diariamente cabe sumarles otra, acaso igual de importante: la falta de empleo. Un informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA publicado en junio del año pasado señaló que «los sectores principalmente afectados [por esta problemática] han seguido siendo los que residen en villas y asentamientos precarios.»
En los últimos años, han comenzado a aparecer programas destinados a potenciar la semilla del emprendedorismo en esos asentamientos. Gracias a estas iniciativas se ha multiplicado el número de emprendedores por necesidad, como se denomina a los individuos que crean un negocio para autoemplearse por falta o escasez de otras fuentes de ingresos.
«Nació como un hobby»
Romina Mansilla tiene 32 años y vive desde hace seis años en el Barrio Juan XXIII. Tres años atrás, se propuso aprender, usando YouTube, a tejer peluches para regalar como souvenir en la fiesta de cumpleaños de su pequeño hijo. No podía imaginarse que iban a causar sensación entre todos sus conocidos.
«Nació como un hobby, más que por la búsqueda de empleo», reconoce Romina, quetrabaja además en un local de ropa. «Primero había tejido una mantita para mi nene y después me animé a los souvenires. Hice noventa ositos y después me pidieron jirafitas, leones y todo tipo de animales de la selva», comenta.
Luego, por recomendación de una prima, asistió a un curso de emprendedorismo organizado por el gobierno de la ciudad. En ese marco, aprendió a tejer amigurumis, peluches de lana de origen japonés. Debido a su éxito, decidió crear hace dos años una página de Facebook ( Felipa’s), donde gestiona las ventas.
«Tengo la satisfacción de que puedo hacer algo que a todo el mundo le gusta», dice. Y confiesa que prefiere trabajar de madrugada, cuando su hijo duerme y ella puede concentrarse en los complejos puntos de crochet que dan origen a esos pequeños peluches.
«La primera pizzería y casa de empanadas de acá fue la mía», cuenta con orgullo Blanca Serena Brizuela, dueña del Bar de Blanca, el comedor más popular de la villa Rodrigo Bueno. No exagera. Cuando decidió establecerse allí hace casi 20 años, buena parte del asentamiento todavía era yuyos, basura y barro. «No había muchas familias, pero era tranquilo», recuerda.
Blanca solía cocinar para fiestas y eventos, hasta que un día decidió vender sus platos a los habitantes del asentamiento. «Ya en 2001 llevaba viandas a los policías y a los guardias de la Reserva Ecológica. En 2003 comenzaron a construir los grandes edificios en Puerto Madero y empecé a vender ahí también. Yo pasaba un papelito con los precios», recuerda.
A comienzos de 2004, cuando se enteró de que estaba embarazada, tomó una determinación. » Me propuse abrir un local luego de tener a mi bebé. Lo hice frente a casa y comencé a atender los sábados y los domingos. Después, sumé más días», comenta. Las empanadas y la sopa paraguaya son los platos más demandados por sus clientes.
«Siempre me engancho», dice en referencia a los programas de emprendedorismo. Con las enseñanzas de los cursos de gastronomía y liderazgo que tomó ha consolidado un servicio de catering para fiestas de 15, casamientos y cumpleaños. «Los programas me permitieron conocer a muchísimas personas y aprender de las cosas que hacen», afirma.
«Empecé sin querer»
Toribia Larico tiene 60 años y vive en la Villa 20. Aunque trabajó buena parte de su vida adulta como costurera y auxiliar de casas particulares, su emprendimiento personal nació casi por accidente, cuando decidió hacerle ella misma el guardapolvo de jardín de infantes a uno de sus 13 nietos.
«Empecé sin querer», rememora. » Los guardapolvos que hago son bellezas, son todos modelos exclusivos. Cuando mi nieta empezó a ir al jardín los guardapolvos eran horribles y las amigas me volvieron loca en cuanto vieron el suyo», asegura.
Toribia trabaja desde su casa con maquinarias que fue comprando a lo largo del tiempo. Aunque todavía no definió el nombre y el logotipo de su marca de ropa, ha usado los conocimientos adquiridos en los programas de emprendedorismo para engrosar su catálogo de productos con bikinis y vestidos de fiesta.
«Voy a ir a otras clases para aprender cómo manejarme mejor con Internet«, dice. «Gracias a Dios me va muy bien. Trabajo sola y no doy abasto».
Desarrollo local
El gobierno porteño espera incorporar a 4500 personas este año a su Programa de Integración Emprendedora (PIE), que fortalece el desarrollo local en villas y asentamientos, y al Pacto Emprendedor, que conecta a emprendedores experimentados con otros que son social y económicamente vulnerables.
«El año pasado logramos un número imponente de personas beneficiadas, pero muchos estaban en los estadíos iniciales de desarrollo de su emprendimiento», comentaSantiago Sena, titular de la Dirección General de Emprendedores. «Este año, la idea es poner más foco al desarrollo de una propuesta de valor competitiva», cuenta.
Otras organizaciones colaboran con estos proyectos, como Contribuir al Desarrollo Local, creada 15 años atrás por un conjunto de especialistas en economía y ciencias sociales. «Trabajamos articuladamente con la Dirección de Emprendedores en las villas 1-11-14, 15 y 20», dice su presidente, Juan Sicardi. «Ahí lo que hacemos es fortalecer emprendedores, capacitarlos y darles asesoramiento». La ONG no restringe su labor a las fronteras porteñas y también tiene proyectos en las provincias de Santa Fe y Neuquén.
El desafío del crédito
Las entidades de la sociedad civil cumplen muchas veces el rol de otorgar ayudas financieras para el desarrollo de pequeños emprendimientos. Un informe de la Red Argentina de Instituciones de Microcédito (Radim) registró, en un relevamiento hecho en septiembre pasado, un total de 63 ONG que ofrecen ayuda financiera a personas que viven en barrios vulneables. Según la entidad, en muchos casos estas instituciones no se limitan a las finanzas de proximidad: ofrecen servicios de salud, educación financiera y capacitaciones empresariales.
FUENTE: La Nación