Estos nuevos tiempos nos invitan a repensar la forma en que gestionamos nuestras organizaciones de la mano de liderazgos más empáticos y colaborativos, donde no podemos dejar afuera de los valores de los nuevos modelos de empresas, a la Inteligencia Emocional.

Sabemos que los valores delinean el desarrollo de una empresa y su política tanto interna como externa, ya que son la convicción que los miembros de la organización tienen en común como principios rectores, acerca de los objetivos a alcanzar y el modo de hacerlo, los cuales prefieren por encima de otros, tales como la honestidad, la calidad, la confianza.

Los valores organizacionales guardan determinadas características para poder ser implementados de manera eficiente, ya que afectan el desempeño de los equipos y la obtención de los resultados: En primer lugar deben ser compartidos por todos, ya que determinan el camino sobre el cual se toman las decisiones y se ejecutan las acciones; así también forman parte integral de la propuesta de valor de una organización y motivan e inspiran a sus miembros para dar lo mejor de sí en miras de los resultados
del conjunto.


Un miembro motivado puede marcar la diferencia en un equipo de trabajo, por ello es tan importante trabajar con políticas internas con la mirada puesta en las personas, a través del diseño y construcción de mapas mentales que nos permitan conocer lo mejor de cada miembro, sus talentos y habilidades, para que de esa forma el mismo pueda desempeñarse en una tarea que le haga feliz y sentirse útil, lo que repercute directamente en el conjunto; como asimismo el desarrollo de competencias emocionales que les permitan estar motivados y motivarse, comunicar con efectividad, mantener escuchas activas, promover la creatividad, resolver problemas de manera empática entre otros.


Estos momentos nos invitan a pensar que más allá de las competencias específicas y técnicas, necesitamos personas con competencias emocionales, conocer cómo las personas gestionan sus emociones, cómo se manejan a sí mismas y con los demás y cómo se relacionan con los mismos.


Todo ello nos conduce al concepto de Inteligencia Emocional, como habilidad para reconocer emociones propias y ajenas, a fin de poder gestionarlas para una vida propia y colectiva satisfactorias en todos los ámbitos, y cuando decimos todos los ámbitos, el laboral es una parte fundamental de ellos.


Daniel Goleman quien dio conocer el término de Inteligencia Emocional e incluso aportar las pruebas científicas correspondientes para certificar su teoría, define a este tipo de inteligencia como “la capacidad para reconocer las emociones ajenas o propias, y de gestionar cómo respondemos a las mismas.


Lo habitual es que, ante cada estímulo, reaccionemos casi automáticamente. Goleman propone que se gestione la respuesta antes de ponerla en práctica.


Es decir que llevado esto al plano de las Empresas, poner en práctica entre los miembros del equipo el desarrollo de la Inteligencia Emocional como valor, supone aumentar la adaptabilidad de los mismos a los posibles cambios que pudiera afrontar, resolución de situaciones complejas, reducción de conflictos internos entre otros.

Como sostiene Andrea Belén Mas en su artículo referido al tema en el Diario On Line Mass Negocios:


“Las organizaciones más competitivas, serán las que comprendan que ellas mismas son espacios sociales en donde se tejen relaciones y conversaciones cruciales para el logro de las metas, por ende, acompañar y desarrollar la Inteligencia Emocional en sus líderes permitirá favorecer esa interacciones con impacto favorable en la persona misma y en los resultados” – Sandra Willman-.


De ese modo la Inteligencia Emocional se despliega en un amplio abanico de habilidades y rasgos de personalidad como la empatía, la expresión y comprensión de los sentimientos (propios y ajenos), la capacidad de adaptación, la simpatía, las habilidades sociales, la amabilidad o el respeto entre muchas otras.

Si volvemos al título de este artículo la Inteligencia Emocional como valor, refiere a que el éxito de las organizaciones no sólo puede medirse en términos cuantitativos por la obtención de resultados tangibles, sino además en términos cualitativos basados en el manejo y gestión de las propias emociones y el acompañamiento efectivo de las emociones de los
demás integrantes.


Conta r con un adecuado desarrollo de la Inteligencia Emocional permiteoptimizar el desempeño laboral, la comunicación y/o un buen trabajo en equipo. Permite reducir y, hasta prevenir, el nivel de conflicto mediante una comunicación eficiente y respetuosa donde todas las ideas son válidas o tenidas en cuenta y algo que hoy nos interpela, que puede marcar un antes y un después en la gestión y desarrollo de nuestras organizaciones: se favorece una mayor adaptación en los procesos de cambio ya que nuestros
equipos estarán preparados para manejar el miedo y la incertidumbre.

Un dato no menor es que implementadas políticas de gestión de las emociones y generando ambientes más empáticos y amigables, se promueve la creatividad, lo que se traduce en personas motivadas con mejor rendimiento.


De ese modo la Inteligencia Emocional desempeña un papel fundamental en el ámbito del trabajo y en el éxito de las organizaciones ya que contribuye a que las personas que las integran desarrollen e implementen habilidades que impactará directamente en la calidad de vida de la organización para así alcanzar los objetivos y metas propuestas dentro de
la misma.-

Laura Costa
Abogada. Coach Ontológica Profesional
Escritora. Mentora.
Creadora y Directora de “Comunidad Ser Crear Crecer”.-

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